Una mujer misteriosa by Anne Mather

Una mujer misteriosa by Anne Mather

autor:Anne Mather
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2017-05-29T15:06:46+00:00


Capítulo 8

SARA se pasó el resto de la mañana en su habitación intentando asimilar lo que Matt le había dicho.

Max no estaba muerto.

Se estremeció.

Decidió dejar de pensar en lo horrible que había sido su vida con él. Ahora, estaba a cientos de kilómetros de Londres. A salvo.

Se levantó y fue hacia la bolsa de ropa que le había comprado Matt. Había unos vaqueros de su talla, un par de camisetas, ropa interior de algodón y unas zapatillas de deporte.

Dos lagrimones le resbalaron por las mejillas ante tanta amabilidad. Aunque al principio no había querido que viera lo que Max le había hecho, ahora se alegraba de tener alguien que la comprendiera y con quien pudiera hablar.

Se metió en el baño y se quitó el vestido.

Cuánto le había gustado cuando se lo había comprado y qué asco le daba en aquellos momentos.

La última pelea con Max había empezado precisamente por aquel vestido. Hacía tiempo que no se compraba nada por su cuenta porque era su marido el que le compraba la ropa, pero aquel vestido de gasa le pareció elegante para la exposición de pintura que tenían la noche del accidente.

A él, por supuesto, no se lo había parecido. La había acusado de querer exhibirse, espetándole con crueldad que solo una fresca se vestía así.

Se puso los vaqueros intentando borrar aquellas imágenes de su mente. La camiseta le quedaba por encima del ombligo y sintió miedo, pero se dijo que Max no estaba allí y que podía disfrutar, por fin, de la ropa que le diera la gana.

Para cuando bajó a comer, se sentía mucho mejor consigo misma.

–Está usted muy guapa –le dijo la señora Webb, que estaba en el comedor poniendo la mesa–. Matt tiene buen gusto.

Sara sonrió agradecida.

–¿Dónde está?

–En su despacho –contestó la mujer–. Me ha dicho que fuera comiendo usted sin esperarlo porque tiene un montón de trabajo y tiene que ir a buscar a Rosie a las tres.

–No sabía que estuviera escribiendo un libro –dijo con pesar–. Tengo que pedirle perdón, no he debido de dejarle mucho tiempo para trabajar.

–¿He dicho yo acaso que se haya quejado? Si quiere que le diga mi opinión, Matt está encantado de su presencia. La vida de un escritor puede ser muy solitaria, ¿sabe? Desde que Hester se jubiló, se ha tenido que conformar con mi compañía y la de Rosie.

–¿Quién es Hester?

–La niñera de Rosie –le explicó la señora Webb–. Se vino a vivir aquí con ellos cuando se mudaron. Bueno, siéntese, que ahora le traigo la comida.

Sara hubiera preferido comer en la cocina como el día anterior, pero temió que a la señora Webb le parecieran demasiadas confianzas por su parte.

No sabía lo que Matt le había contado, así que supuso que era mejor mantener cierta distancia.

El ama de llaves volvió con una lasaña maravillosa y pan recién hecho. Para su sorpresa, Sara se dio cuenta de que tenía hambre por primera vez desde que se había ido de Londres.

–Qué buena está –dijo probándola–. ¿La ha hecho usted?

–Claro. No



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